Debido a frecuentes robos de laptops, iPods y iPads, me pidieron instalar cámaras de seguridad en mi trabajo. También para estar a la moda de la sociedad hipervigilada, supongo yo. Con estas noticias de que Obama y la NSA andan revisando conversaciones telefónicas y comunicaciones por Internet, no es descabellado pensar en cámaras de seguridad por todas partes a lo Orwell.
El sistema de cámaras causó revuelo en la escuela, como era de esperarse. Sobre todo por la escasa vigilancia que normalmente existía antes. No hay prefectos ni guardias. De pronto aparecieron cuatro ojos vigilantes en el cielo que prometían poner fin a los robos en la comunidad.
Dentro del laboratorio de cómputo, soy el privilegiado que tiene acceso a las imágenes de las cámaras. Conecté el dispositivo de grabación a un monitor de computadora y observo con frecuencia. No es necesario que lo haga, todo lo que ocurra en un periodo de dos semanas queda grabado. Lo curioso es que me gusta mucho ver. Descubrí que es mucho más interesante ver a la gente a través de una cámara que asomarme por la ventana a ver exactamente lo mismo.
Los alumnos que me ven observando las cámaras normalmente exclaman: «¡Qué miedo!» al caer en cuenta de que han sido observados sin siquiera darse cuenta. Pero pronto ellos también se quedan embobados en la pantalla. Dicen: «¡Mira! Ahí va fulanito!» y comienzan a reír sin motivo alguno. Luego llegan otros estudiantes y también se quedan pegados a las imágenes cotidianas de nada en particular. Entre ellos comentan lo extrañamente divertido que es ver a través de las cámaras. Descubren lo mismo que yo: Ser voyeurista es extrañamente placentero.
Quizá esta sensación se incrementa por las condiciones en las que vivimos hoy día. Las redes sociales no son algo tan diferente: Una posibilidad de espiar en la vida de los demás, en gran parte sin ser vistos.
No ha sucedido ningún robo desde que se colocaron las cámaras, solo extravíos en donde las cámaras no han sido de mucha utilidad. Sin embargo, creo que también ha sucedido algo interesante: La excesiva confianza en este sistema de seguridad ha provocado que la tensión se haya relajado cuando en realidad las posibilidades de robo son exactamente las mismas. Estoy esperando todavía el momento en cuando algo desaparezca y las cámaras no nos ayuden de nada. Sucederá tarde o temprano.
Me pregunto cuál será la reacción: ¿Querrán poner más cámaras o buscarán que haya vigilantes humanos?
No sé la respuesta, pero me da miedo saber cuál es la más fácil y entretenida.